Geopolítica del Conocimiento: Un Nuevo Paradigma de Poder

La reciente participación del profesor Alexis Roig, experto internacional en diplomacia científica, en la 13ª Feria del Libro de Relaciones Internacionales del Instituto Matías Romero en Ciudad de México, ha puesto de manifiesto un concepto que está redefiniendo las dinámicas de poder en el siglo XXI: la geopolítica del conocimiento. Lejos de ser un término académico abstracto, este paradigma se ha convertido en una realidad tangible que influye en la seguridad nacional, el desarrollo económico y la posición de los Estados en el escenario global.

Durante su intervención, Roig desglosó cómo la posesión, producción y control del conocimiento científico y tecnológico han pasado a ser factores de poder tan cruciales como los territorio, los recursos naturales o el poder militar. En una época donde la innovación es la principal fuente de crecimiento, la capacidad de un país para generar, asimilar y aplicar el conocimiento se traduce directamente en su influencia y competitividad. No es casualidad que las grandes potencias inviertan miles de millones en investigación y desarrollo (I+D), en educación superior y en la protección de su propiedad intelectual. La batalla por el dominio no se libra solo en el espacio físico, sino en los laboratorios, las universidades y los centros de datos.

La visión de Roig sobre este nuevo paradigma es especialmente relevante para países como México. Tradicionalmente, la diplomacia se ha centrado en temas comerciales, energéticos y de seguridad, pero la nueva realidad exige una reevaluación de las prioridades. La capacidad de un país para generar conocimiento en áreas como la inteligencia artificial, la biotecnología o la energía limpia determina su autonomía y su margen de acción. No se trata solo de tener acceso a tecnologías, sino de ser un productor y un innovador. Es en este contexto donde la diplomacia científica se vuelve una herramienta estratégica, permitiendo a los países colaborar en proyectos de investigación, compartir recursos y, al mismo tiempo, proyectar su “poder blando” a través del intelecto y la cooperación.

La importancia del conocimiento como activo geopolítico obliga a los Estados a repensar sus estrategias de política exterior. Esto incluye la necesidad de México en cumbres globales y foros multilaterales, no solo como un actor pasivo que recibe acuerdos, sino como un socio activo que contribuye con soluciones y propuestas basadas en la ciencia y la tecnología. Para Roig, es imperativo que los gobiernos inviertan más en la formación de científicos y tecnólogos, que fortalezcan sus instituciones de investigación y que establezcan puentes sólidos entre el mundo académico y el diplomático. Solo así se puede garantizar que el conocimiento sirva no solo para el desarrollo interno, sino también como una palanca para la influencia y el liderazgo global.

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